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11 de julio al 23 de agosto 2024
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Lunes a viernes 10:00 a 17:00
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Acceso liberado
Teoría del paisaje
Jorge Martínez García
La teoría del paisaje surge de la experiencia. Una experiencia que no se apoya en la percepción exterior, sino en la contemplación interior. Se produce en el asedio de un objeto multiforme y cambiante, que nos elude, pero a la vez, nos impacta con su manifestación. No se trata de ir a la búsqueda de la Naturaleza como fuente y modelo, sino de la maduración y la sublimación interior de los patrones externos. El proceso de búsqueda y hallazgo se fundamenta en el modelo alquímico, que trasmuta la materia exterior.
Resulta frecuente asociar lo teórico con lo conceptual. Pero, si atendemos a la etimología, la theoria se vincula con la contemplación, con la visión de las ideas y la imaginación, con la capacidad de ver las imágenes. La teoría es, en este sentido, la decantación de la vida de las formas. Las estructuras formales se consolidan en el espacio íntimo de la imaginación, como ideas que brillan por un instante antes de volver a sumergirse en el océano primordial de lo informado. El paisaje es el lugar interior donde estas formas surgen y se desarrollan. Sobre la base de patrones compositivos que tienden a repetirse, el paisaje determina la manera de ver u observar los objetos representados, que así se ordenan en los planos respectivos. Nos propone el escenario de su manifestación, la puesta en escena de sus componentes. El paisaje es el teatro de las formas.
Cada obra aquí presente surge de los vastos espacios del paisaje interior. Los lugares se vuelven constantes, recurrentes. El territorio de la imaginación no tiene límites, pero sí maneras de aparecer. Las series van creciendo en distintos lenguajes y soportes visuales, impulsadas por afinidades que dan vida a territorios comunes, que se relacionan de una forma orgánica y natural, como si los temas respiraran al ritmo de una misma constante.
Hay espacios imaginarios donde habitan multitudes de ángeles rebeldes, dando origen a una zoología y una botánica fantásticas. Emergen filigranas barrocas de intrincado detalle, que se enhebran en estructuras complejas y se deshilachan hasta desvanecerse en cielos imposibles. Se proponen “comentarios gráficos” de sutras budistas, que hablan de lo efímero, contradiciendo (o afirmando) la impermanencia y la vacuidad que subyace a toda manifestación, como testigos, como rescoldos de un momento pasado. Así surgen jardines imaginarios, de rincones obscuros y luces repentinas, como otro escenario para proponer seres y configuraciones. Así se alcanzan playas terminales donde llegan los residuos de las tormentas, el maremágnum de las cosas arrojadas al mar: otra ocasión para recoger los frutos de la inagotable riqueza de las formas cambiantes.
Pinturas, grabados, monotipos y dibujos se relacionan en una unidad mayor. Cada lenguaje aporta una perspectiva diferente, motivando diversas aproximaciones a los mismos patrones compositivos. Similitudes y diferencias que se pueden percibir en conjunto, apoyándose unas en otras, como cuando vemos un paisaje distante y las formas se ordenan por si solas en el plano cartesiano. La distancia, paradójicamente, nos acerca a la comprensión, aclarando la maraña de las formas intrincadas. Lo singular se entiende mejor en lo múltiple, con sus constantes y paradojas. El paisaje tiene razones que se van desvelando poco a poco a medida que nos adentramos en sus territorios imaginarios.
Jorge Martínez García
11 de julio 2024