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6 al 28 de junio 2024
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Lunes a viernes 10:00 a 17:00
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Acceso liberado
Sin trono ni reina
Esculturas de Pablo Villegas
El rey está desnudo. Su corona corroída se desliza sobre su semblante impávido mientras apunta hacia un cielo imposible de alcanzar. El rey sin manos hace equilibrio en la cima de su minúsculo pináculo de poder, buscando aferrarse a algo que se le escapa. Una multitud de troncos tiznados lo observa, parecen compartir un secreto a media voz. Si ponemos atención, escucharemos la naturaleza del susurro: han descubierto la farsa, han entendido que el poder no está en la frágil cúspide donde se encumbra la ambición sino entre quienes plantan los pies sobre la tierra abrasada y germinan como nuevos brotes sobre ella.
En Sin trono ni reina, el artista Pablo Villegas vuelve a confrontarnos con un espejo que nos devuelve dolores, fracasos y malas bromas, pero también resiliencia y esperanza. Las huellas de la reciente tragedia están marcadas a fuego en sus obras: aparecen así las maderas ennegrecidas, los materiales de construcción como tablones y grapas que conviven con el aluminio, el bronce y el cobre, y la madera noble pero herida de estas piezas que nos recuerdan que no hemos salido inmaculados del desastre, sino marcados por cicatrices que permanecerán con nosotros. El color, un elemento que asoma vibrante en la lúcida y ácida amalgama creativa de Pablo Villegas, será un indicio del renacer.
Una suerte de complicidad une a los personajes de este universo metálico y forestal, un diálogo a fuego lento que se sospecha entre las figuras que caminan juntas bajo un paraguas, un pensamiento que se hace común a través de enmarañadas conexiones neuronales representadas por la ductilidad del fierro. Son seres que expresan una sabiduría compartida, como la pareja que dialoga sobre un agrietado muro; que buscan aquietar la incertidumbre, como los tres observadores que otean el horizonte en una misma dirección; o que experimentan el vértigo del sueño y el peligro del fracaso, echando a volar a un ser alado hacia lo desconocido.
Si antes fueron el viaje y el movimiento los que impulsaron su obra, hoy el artista Pablo Villegas nos llama a desacelerar, a detenernos y pensar en lo que ocurrido y en lo que vendrá. No hay espacio para el olvido y es por ello que estas esculturas están cruzadas por cicatrices que simbolizan aquellas heridas encostradas y zurcidas que aún deben sanar. Ya no sangran pero todavía duelen: algunas generan rabia, como en ese guarén que sale de las quebradas henchido de púas como balas; otras nos recuerdan las casas y los cerros atravesados por las lenguas de fuego; y otras nos hablan de cómo, aun con el cuerpo unido a punta de costuras, los seres humanos conservan su fortaleza en la unión y la resiliencia.
Marcela Küpfer,
periodista y editora